Construir ámbitos comunitarios de vida para la defensa de nuestros territorios: La milpa como resistencia al despojo

Los procesos de despojo a través de la imposición de megaproyectos han sido sistemáticos durante los últimos años. Vivimos nuestros territorios en disputas, donde los conflictos sociales agravan la presencia de violencia en nuestras comunidades. En agosto del año 2014, en el Caracol zapatista La realidad se llevó a cabo la primera “Compartición entre el Congreso Nacional Indígena y pueblos zapatistas: Compañero David Ruíz García” y durante cuatro días 28 pueblos pueblos indígenas y comunidades zapatistas realizamos una cartografía colectiva de la represión y el despojo en nuestros territorios, lo hicimos el encuentro y la compartición como herramientas de intercambio y generación de conocimiento sobre lo que vivimos en nuestras propias comunidades.

Ya en ese entonces cargábamos con asesinatos, desapariciones encarcelamientos, despojos, extractivismo, violencias paramilitares, sin embargo, esto permitió encontrarnos como espejos del dolor, pero también de la resistencia . El 1 mapeo colectivo daba cuenta de la situación, territorios amenazados y lo que vendría sería peor, una tormenta, en asamblea se trazaron veredas de estrategias, maneras diferentes de organizarnos y construir la autonomía, se tejió así el acuerdo de llevar a cabo el Festival Mundial de las resistencias y rebeldías contra el capitalismo, una serie de encuentros en varios lugares de México con la sexta, el CNI y una delegación zapatista, que nos llevaría a realizar colectivamente esa cartografía mundial de las luchas y sobre todo de la cómo se construye la autonomía en distintas geografías.

A poco más de un mes del anuncio de la estrategia de lxs zapatistas y el CNI, cuando en aquellas noche del 26 de septiembre del 2014, desaparecieron a 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero . 2

En un acto radical de ternura y acción directa, lxs zapatistas ceden su lugar en el viaje  a madres y padres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, durante el viaje,  por San Francisco Xochicuautla, Amilcingo, Ciudad de México, Monclova y San  Cristóbal de las Casas, compartimos y mapeamos el dolor, la rabia organizada y la  esperanza tejida desde el abajo que resiste y construye autonomía.  

De esta forma se puede entender cuando en el 2016, en el 5to Congreso Nacional  Indígena, se decidió en asamblea:  

 “Considerando que la ofensiva en contra de los pueblos no cesará sino que  pretenden hacerla crecer hasta haber acabado con el último rastro de lo que somos  como pueblos del campo y la ciudad, portadores de profundos descontentos que  brotan también en nuevas, diversas y creativas formas de resistencias y de rebeldías  es que este Quinto Congreso Nacional Indígena determinó iniciar una consulta en  cada uno de nuestros pueblos para desmontar desde abajo el poder que arriba nos  imponen y que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucción.  

Ante todo lo anterior, nos declaramos en asamblea permanente y consultaremos en  cada una de nuestras geografías, territorios y rumbos el acuerdo de este Quinto CNI  para nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por  una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda  a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación  Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país.  

Ratificamos que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que  llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener  esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir en la  defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De  construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que  somos” . 3 

Después de un proceso de consulta y acuerdo el 01 de enero del 2017 se  instauró en asamblea el Concejo Indígena de Gobierno y fue elegida como vocera,  María de Jesús Patricia, mujer Nahua, médica tradicional de la comunidad de Tuxpan Jalisco. El proceso fue un aprendizaje y una herramienta de organización frente al  espectáculo de las elecciones. Nos permitió crear espacios de encuentro y de toma  de acuerdos sobre cómo estamos gobernando nuestras vidas, sobre todo fue un  momento donde la voz de las mujeres indígenas fue puesta en el centro de la  conversación, lo que vivimos y sentimos nos tejió para hacer frente al extractivismo y  despojo que la hidra capitalista instala en las comunidades y también para compartir  que cualquier gobierno, sea de derecha o izquierda continuaría con esta ola de  represión y violencia, por lo que debíamos que seguir con el camino de los pueblos,  de la toma de decisiones en asamblea, en colectivo, porque nuestra vida no debería  estar gobernada por instituciones, sino por nosotrxs mismos.

Las elecciones presidenciales en México pasaron, se instaló el partido MORENA  y el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien dio a conocer la nueva cara del  despojo institucionalizado, anunciando sus proyectos ejes para el ‘desarrollo del sur  de México’ el Tren Maya en y el Corredor Interoceánico.

En la península de Yucatán, vimos de inmediato que ese el Tren Maya articularía  el despojo a través de sus megaproyectos, desde parques eólicos, solares, mega granjas porcinas, inmobiliarias, agronegocios y sus siembras de monocultivos.  Diferentes comunidades, colectivos, académicos hemos denunciado sobre la  violencia que traería la imposición de este megaproyecto.

Frente a este panorama, en múltiples ocasiones nos hemos preguntado sobre el  cómo caminamos la lucha y la resistencia frente a los megaproyectos en nuestras  comunidades.  

 Se ha articulado por ejemplo la Asamblea de Defensores del territorio Maya  Muuch Ximbal, quienes se definen así:  

 “Somos mujeres y hombres mayas de diferentes comunidades de la Península  de Yucatán, mayormente ejidatarixs y campesinxs que ven afectados el territorio  Peninsular por megaproyectos de parques eólicos y fotovoltaicos implementados por  empresas que al clásico modo conquistador llegan a arrebatar nuestras tierras para  desarrollar su negocio.  Somos una Asamblea itinerante, NO una Asociación Civil, nuestro espacio de  encuentro es en alguna comunidad de la Península de Yucatán previo acuerdo entre la comunidad y la Asamblea, así compartimos nuestros problemas en torno a los  megaproyectos y construir acuerdos sobre las estrategias de defensa de nuestro  territorio”  

En muchos casos, como lo dice la Asamblea hemos optado por la defensa legal  de nuestros territorios, se han interpuesto amparos, en los términos de las mismas  instituciones que imparten la ‘justicia’, aunque estos amparos usados por  comunidades, han sido meras herramientas en la lucha por la defensa territorial.  Se ha aprendido que las instituciones aunque se ganen amparos, no significa en la  práctica que el despojo desaparezca.  

Por lo que hemos aprendido y acordado en nuestras comunidades, que lo legal  no es el único camino para la defensa territorial. De hecho, nos hemos cuestionado  profundamente sobre cómo se expresa comunitariamente dicha defensa.

Yasnaya Aguilar, lingüista Mixe, ha dicho que “nuestro ambientalismo es la  defensa territorial ”, en Sinanché, donde habitamos hemos conversado sobre lo que 4 significa en nuestra vida comunitaria la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno,  que es la poder gobernarnos en cada aspecto de nuestra vida y nos preguntamos,  cómo podemos enraizarnos de nuevo para retomar los hábitos de la asamblea y  tomar acuerdos.

Eso nos ha llevado a preguntarnos qué nos hace ser asamblea, cómo retejer  esos acuerdos comunitarios, el territorio empieza a serlo cuando no lo separamos de  nuestra vida, hacemos y somos territorio, una manera de relacionarnos ha sido la  milpa.

La milpa o Kool en las comunidades mayas es una de nuestras prácticas  colectivas más importantes para la vida comunal. La milpa nos hizo y nosotras a ella,  su importancia yace en su diversidad, pero especialmente porque ahí crece nuestra  abuela más antigua, I’xim = maíz, que bellamente si la queremos traducir en  castellano, significa seno de mujer.

Somos mujeres y hombres del maíz, lo decimos en nuestros mitos de creación  en el Popol Vuh no como simple metáfora, la vida comunitaria se basa en su siembra  y reproducción. Tal es su grado de importancia que con frecuencia, en nuestras  comunidades escuchamos a abuelas y abuelos llamarle la divina gracia, haciendo  alusión a su carácter espiritual y sagrado.

El maíz, tiene su origen hace 10,000 años aproximadamente , una de sus principales características es que nació en interacción mediante el aprendizaje  colectivo e intergeneracional de pueblos y generaciones de ellos, especialmente de  la mano de mujeres mayas.

A partir de la crianza del maíz, aprendimos que la forma de su cultivo es asociando  una diversidad de plantas y semillas que nos sirven para complementar nuestra  manera de comer, la milpa surge así, en un diálogo constante con el territorio.  En la milpa no sólo se siembra el maíz, frijol y calabaza, semillas indispensables en  nuestro comer diario, sino una variedad de plantas silvestres comestibles y  medicinales, raíces, semillas, que se transforman en bebidas y comidas en los  fogones de las casas.

Esto mantiene lo más importante, el tejido comunal de la vida, sólo haciendo  milpa pudimos ser pueblos, porque ahí es donde hicimos nuestras ceremonias de  petición y agradecimientos, el Muuch Meyaj o trabajo colectivo para cada etapa de la  milpa, ahí aprendimos a ser comunidad con el territorio y tomar acuerdos en  asambleas e ir así más allá de la idea del individuo que la modernidad nos impone.

Aunque durante 10,000 años ha sido la principal raíz de organización de nuestra  vida, se ha visto en ataques directos y que ponen en peligro nuestra subsistencia  como comunidades.

El sistema agroindustrial en las últimas décadas está invadiendo de forma  sistemática y atacando nuestra forma ancestral de cultivar y comer, para imponernos  un modelo de supuesto ‘desarrollo’ en el cual nos venden comida procesada,  azucarada, envenenada, adictiva, que cambia no sólo nuestra manera de comer, sino de sentir, de pensar y actuar. La vida del campo se está transformando en la vida del  trabajo asalariado para poder tener una fuente de ingresos monetarios y comprar  comida envenenada.

Las empresas de agro-negocio son como caballos de troya, que bajo el  discurso de ‘desarrollo’ que por años se han instalado en nuestros pueblos, niegan  no sólo lo que comemos, sino nuestra vida, dicen que corresponden al pasado, al  atraso a aquello que se debe ‘superar’. Así entran en nuestras comunidades  ofreciendo paquetes tecnológicos que incluyen ‘semillas mejoradas’, químicos,  fertilizantes y herbicidas, así como maquinaria para mejorar la producción, entran  como la solución a las aparentemente malas cosechas y para mitigar la pobreza y el  hambre.

La situación que han creado es cambiar drásticamente la forma ancestral del  cultivo de la milpa desasociándola de la vida comunal. Empresas y gobiernos atacan  nuestras semillas que son fundamentales para seguir reproduciendo la milpa, nuestra  comida y vida, al mismo tiempo son el archivo de nuestra memoria colectiva y  comunitaria, que históricamente hemos cuidado y compartido, imponiendo semillas  híbridas y transgénicas.

Estas semillas son modificadas genéticamente en laboratorios, son resistentes  al glifosato, un herbicida altamente contaminante del cual ya se ha documentado  ampliamente de sus consecuencias , sólo duran una temporada de siembra, lo que 6 atenta directamente en contra de transferencia y compartición de conocimientos y  prácticas hechas por miles de años por pueblos y se crea una dependencia a las  empresas, encabezadas por Monsanto, que adquirió Bayern en el 2018, que sólo  buscan controlar el negocio de la alimentación.

Por si no fuera suficiente, estas semillas se siembran en grandes extensiones  de monocultivos y desde el 2003 en México, lugar de origen del maíz, se ha  demostrado que ha sido contaminado ya por este tipo de semillas . 7

Este desplazamiento es un ataque frontal a la vida comunitaria, ya que  sabemos que las semillas nativas tienen memoria genética, recuerdan temporadas  adversas o de abundancia, durante cientos de años se han adecuado a las  condiciones del clima y sólo pueden vivir siendo sembradas en cultivos asociados  con otras semillas.

Los agro-químicos usados en los monocultivos crean en los suelos una especie  de adicción y dependencia, cada temporada, los cultivos necesitan dosis más  grandes para sobrevivir, al mismo tiempo contaminan el agua de los mantos freáticos.  Sólo en Campeche, región donde estos monocultivos están presentes, en el 2016 ya  se había detectado glifosato tanto en el manto freático, como en la orina y leche  materna de habitantes de comunidades mayas de la región de los Chenes , pero no 8 es todo, la región maya se caracteriza por la crianza de abejas, ha reportado la  muerte de ellas a causa de las fumigaciones constantes.

La agroindustria envenena nuestras vidas comunitarias, en un estudio  publicado por el Grupo ETC , afirma que este sistema produce exactamente lo
9 contrario para lo que fue creado, “la cuestión de fondo es que al menos 3 mil 900  millones de personas padecen hambre o mala nutrición porque la cadena  agroindustrial es demasiado complicada, costosa y -después de 70 años simplemente incapaz de alimentar al mundo”

El agronegocio se inserta en el sistema alimentario que es aún más complejo,  los alimentos sanos, dieta balanceada, comer frutas y verduras, son algunas de las  frases que más escuchamos cuando hablamos de la alimentación. Hay políticas  públicas diseñadas específicamente para decirnos cómo debemos alimentarnos  sanamente, en estos asuntos no se ha tomado en cuenta el comer de los pueblos  indígenas. La comida está siendo desplazada por la alimentación, que equivocadamente  impone cierto tipo de alimentos que serían propios de una forma ‘buena de alimentos’ y otra propia de la ‘pobreza’, de repente comer carne se convirtió en  símbolo de gozar de una alimentación buena, en cambio comer frijoles o comidas de  la milpa, no se considera lo suficientemente sano, cuando es lo contrario, en nuestra  forma de comer, vernácula, ancestral, se basa en el aprendizaje y conocimiento de  miles de años.

El daño que ha causado el sistema alimentario es innegable, el cambio tan  drástico en nuestro comer ha producido que en nuestras comunidades poco a poco  se deje de cultivar la milpa sobre todo en las generaciones de jóvenes. Estamos en  un momento crítico, para regenerarnos como comunidades y sólo lo podemos hacer  volviendo al cariño de sembrar, cosechar, cocinar y comer juntas y juntos en la mesa,  como un acto profundo de responsabilidad con el cuidado de la vida.

Si hablamos de la defensa territorial, la hacemos desde ese nosotrxs colectivo  en la tierra en esa relación que no implica su explotación, sino la crianza mutua.  Sabemos que con acuerdos, en asamblea, cultivando la milpa, volviendo al territorio,  en nuestra manera de habitar diariamente nuestras vidas son espacios que  consideramos necesarios reivindicarlos para reconocer nuestros saberes como  legítimos y al mismo tiempo nutrirlos, vincularlos y tejerlos con otras experiencias de  cuidado y así podremos frenar estos megaproyectos, porque afirmamos que la  construcción de autonomía es necesaria para desmantelar el sistema capitalista y  patriarcal que se impone en el despojo de nuestras vidas y comunidades.  

Valiana Aguilar Hernandez 
Se dedica al trabajo de la agricultura regenerativa, al cuidado de semillas y plantas nativas y a la crianza de abejas meliponas.
También forma parte del colectivo Suumil Móoktáan en su comunidad (Sinanché) donde colectivamente están habitando en un solar, un espacio que reivindican a través de la construcción de alternativas de vida donde se generan conocimientos y prácticas propias al cuidado del territorio como la implementación de nuevas tecnologías/saberes para reinventar formas de vivir como pueblo maya. 

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