Por Gina Gabriela López Realpe
Aunque no sepamos encender el fuego ni encontrar aquel lugar en el bosque, ni seamos ya capaces de rezar, podemos seguir contándonos unos a otros la historia, nuestras historias; nos recuerda Gershom Scholem (2012). Y, efectivamente, es en el relato donde nos encontramos, donde conocemos y cuestionamos, razonamos y nos conmovemos. El lenguaje para poner la vida en común. En el marco de esta búsqueda de recomposición del tejido social, a través de las historias y los relatos, tras la coyuntura del distanciamiento social a causa de la pandemia por COVID-19, surge el proyecto Fortalecimiento de espacios de mediación lectora “Lectura para todos”, ganador de la 8ª Convocatoria de Ayudas 2020 de Programa Iberoamericano de Bibliotecas Públicas (Iberbibliotecas), a cargo de la Empresa Pública Museo Arqueológico y Centro Cultural Orellana (MACCO-EP), adscrita al GAD Municipal del Cantón Francisco de Orellana, que desde el 2015 trabaja en el rescate del patrimonio arqueológico amazónico y en el fomento de espacios de encuentro y aprendizaje a través de las artes.
El objetivo de acortar las brechas socioculturales, económicas, físicas y/o geográficas que limitan el acceso al libro, principalmente, a niños/as y adolescentes y la intención de potenciar la biblioteca pública como una fuerza viva de información, inclusión y convivencia nos llevó a capacitarnos como mediadores de lectura locales en alianza con Picnic de Palabras Ecuador, que trabaja desde 2014 a través de la literatura infantil y juvenil (LIJ) con énfasis en el libro álbum e ilustrado; activar 15 espacios de mediación lectora en 10 comunidades de El Coca dedicada, principalmente, a la industria del petróleo, la agricultura, el comercio y el turismo; adquirir un fondo bibliográfico y material didáctico para rotación; y adecuar un sitio infanto-juvenil de lectura en las instalaciones del MACCO-EP. En definitiva, a reivindicar los espacios de la vida cotidiana, fomentar la circulación del libro y propiciar la agrupación espontánea en una ciudad o lugar de incidencia con una gran riqueza intercultural (nacionalidades indígenas Kichwa, Shuar, Waorani, mestizos y afroecuatorianos) y medioambiental (puerto de entrada a la Reserva de Biosfera Yasuní), pero que ha experimentado desatención histórica, falta de profesionalización, inexistencia de programas estatales de fomento del hábito lector y escasos espacios de participación ciudadana.
Los escasos programas estatales y públicos de fomento lector en Ecuador se han centralizado en las grandes ciudades ubicadas, principalmente, en la Costa y la Sierra. Entonces, gestionamos esta propuesta desde un equipo multidisciplinario conformado por 4 personas del MACCO-EP, formadas en áreas de Comunicación, Turismo y Museología y pertenecientes a la Jefatura de Comunicación, Contenidos y Proyectos y a la Jefatura de Museo y Patrimonio, a partir de la necesidad de trascender el trabajo que como institución llevábamos realizando por varios años con los/as bibliotecarios/as de las Unidades Educativas de El Coca y las activaciones de mediación lectora puntuales en espacios públicos que habíamos realizado con expertos foráneos invitados. La falta de recursos económicos y humanos no nos había permitido sostener estas acciones ni incluir a otros grupos sociales vulnerables como los niños/as y jóvenes no escolarizados. Por lo tanto, decidimos apuntar a un proceso de transferencia de conocimiento al talento humano local e ir más allá de las 5 bibliotecas escolares del Cantón, que no llegaban precisamente a las personas más necesitadas que no estaban vinculadas al sistema educativo y que engrosaban la tasa de 6,5% de analfabetismo local, según el último censo.
Luego, el camino para fortalecer el vínculo entre la biblioteca y los usuarios nos llevó a articularnos con 3 educadoras de Picnic de Palabras Ecuador. Es decir, a tejer lazos con proyectos ciudadanos y, así, establecer un modelo de coexistiencia en lo público o institucional y lo autogestionado o independiente. Asimismo, este anhelo de extender los servicios de la biblioteca pública nos llevó a conocer mediante un llamado en redes sociales, medios de comunicación y boca a boca a un grupo humano heterogéneo y valiente, quienes posteriormente se convirtieron en los nuevos mediadores de lectura locales. En este sentido, evidenciamos una estrecha relación entre lectura, transposición y desplazamiento, tal como lo postula Michèle Petit (2001), a propósito de sus reflexiones acerca de las repercusiones reales de la lectura en los seres humanos: “Es cierto que un país -en nuestro caso, una ciudad- o un ser al que uno descubre son algo demasiado novedoso. O un libro. Porque en el fondo todo es lo mismo: el viaje, el amor, la lectura: una misma aventura donde nuestro paisaje interior se trastorna” (p.8).
De lo íntimo a lo público
Uno de los componentes relevantes del proyecto consistió en la capacitación de personas locales con criterios de pertenencia cultural para salir al encuentro de los usuarios poco habituales o con mayores dificultades para acceder a los servicios de la biblioteca pública amazónica y aterrizar estos procesos de educación no formal en la resolución de las problemáticas locales. De este modo, nuestro grupo se conformó por estudiantes universitarios, jubiladas y profesionales jóvenes indígenas, mestizos, afrodescendientes y migrantes, que trabajamos como docentes universitarios, comunicadoras, ornitólogos, trabajadores sociales, parvularios, libreras, etc., quienes nos vinculamos por medio de una convocatoria pública.
¿De qué manera la lectura y, especialmente, la lectura literaria contribuye a la elaboración de la subjetividad? La experiencia de una capacitación con 20 horas pedagógicas teórico-prácticas, en una modalidad híbrida (presencial/virtual), nos hizo dimensionar la actividad fantasmica donde los lectores nos construimos. Ésta abarcó desde los tipos de libros, la figura del mediador de lectura, las estrategias de mediación lectora hasta nuestras autobiografías lectoras, porque como lo señala Michèle Petit (2001), al igual que un psicoanalista debe ser analizado él mismo, tal vez todas las personas que trabajamos con la lectura deberíamos pensar un poco en nuestras propias trayectorias.
Y, la verdad, es que los lectores no consumimos pasivamente los textos. Nos apropiamos de ellos, los interpretamos, modificamos su sentido y deslizamos sobre ellos nuestros propios deseos. La producción de subjetividad articula al poder- deseo, cuerpo-afecto y espacio-tiempo (Moraña 2012, p. 327). La función de la lectura es revelar al lector, reconstruirlo. Sin embargo, sus dimensiones desbordan su papel en la elaboración de la intimidad. También, construye lo social y configura lo político. Juega un papel en la invención de otras formas de compartir, a parte de las que nos oprimen o nos encierran (Petit, 2001, p.14-15). Por lo tanto, los relatos permiten a los lectores descubrir su mundo interior y volverse más autores de su destino.
La ansías de la promoción de la lectura desde discursos alarmistas, coercitivos o alabatorios nos arrastran a exigir mucho de los lectores: emoción, comprensión u opinión. No dejamos espacio para el deseo. No obstante, en la medida de nuestro andar, nuestro nuevo rol como mediadores de lectura nos invita a dejar lugar para el secreto, la libre elección, el acercamiento a los libros a la gente sin pretensiones, donde las únicas exigencias que valgan sean las que los textos mismo plantean a sus lectores. Los libros demandan un cierto grado de coautoría. En ese sentido, se nos revelan como potentes detonadores de la autonomía y el apoyo mutuo.
De esta manera, esta visión menos instrumentalizada de la lectura y más crítica sobre los lectores/ receptores desde la interactividad y complicidad de este ciclo corto y actualizado de enseñanza nos dio paso a la comprensión de que la lectura abarca procesos más amplios de construcción de la subjetividad y el pensamiento. Por lo tanto, podríamos decir que la lectura es lo que cada lector permite que sea (Cessa, 2016, p.8). Quizá la vía sea hacerlo desde una apuesta a los gestos mínimos o sencillos: conversar, acompañar, habilitar, callar, cuidar, más allá de actos heroicos o grandes transformaciones reformistas.
Un lugar en el bosque
Otro de los componentes principales del proyecto fue la aplicación y réplica de activaciones semipermanente de lectura en espacios no convencionales. Así, una pérgola en medio del parque en plena lluvia amazónica, un malecón vibrante, la cancha de tierra de una iglesia, una cancha de básquet, el interior de un Centro de Desarrollo Infantil, un jardín botánico, un rincón dentro de la biblioteca con vista al río Napo y más se convirtieron en esos necesarios- refugios lectores, donde grupos intergeneracionales de personas compartimos estrategias lúdicas de mediación de lectura. Los recorridos por los barrios Los Rosales, Ñucanchi Wasi, Unión y Progreso, El Moretal, Central, Las Minas, Santa Rosa, Turismo Ecológico, Taracoa y Los Ceibos nos revelaron la posibilidad de reconectar con el mundo que nos rodea y, al tiempo, al abrir otra dimensión. Los libros -en tanto objetos que sugieren universos conectados, articulados, sólidos, robustos- para reconstruir paisajes, protegernos y permitirnos que el mundo, que parecía tan caótico, resulte más habitable (Petit, 2018, p. 21).
Consecuentemente, podemos intuir que la lectura crea espacios, pero no nos separa del mundo. Al contrario, no introduce en él de una manera diferente que, incluso, modifica nuestra relación con los otros. Así, cada estrategia de mediación de lectura, construida a partir nuestras experiencias vitales como lectores/as capacitados/as como mediadores de lectura con este proyecto, respondieron a nuestros contextos particulares. En tanto, en lugares afectados por el extractivismo petrolero, por ejemplo, rodaron libros críticos al antropocentrismo como “Soy un animal” de Alfredo Soderguit o “Aquí estamos” de Oliver Jeffers acorde con nuestra cosmovisión amazónica, en la cual animales, humanos, plantas y espíritus conformamos un todo viviente interconectado. También, en zonas aquejadas por las violencias, la migración y la discriminación racial pasearon textos como “Wangari y los árboles de la paz” de Jeanette Winter, “Hombre de color” de Jérôme Ruillier y “Eloísa y los bichos” de Jairo Buitrago que nos presentaron la diversidad y el respeto a las diferencias como posibilidades.
Los libros tanto aquellos que adquirimos para completar el acervo bibliográfico de la biblioteca pública y de los nuevos mediadores de lectura como aquellos con los que realizamos las activaciones de lecturas en los espacios no convencionales fueron elegidos con base a una propuesta de Catálogo de Libros de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) y Libros Teóricos, realizada por Picnic de Palabras Ecuador, que nos acompañó, estimuló y guió, Los criterios que consideramos mediante el análisis de nuestros contextos fueron género, formato, autor, ilustrador, editorial, edad recomendada (pautas desarrolladas por Fundalectura y Fundación Cuatrogatos), y los Objetivos de Desarrollo Sostenible / ODS (requisito del fondo económico de Iberbibliotecas), que en nuestro caso fueron: Salud y Bienestar; Educación de calidad; Paz, justicia e instituciones sólidas; Reducción de las desigualdades; Fin de la pobreza; Acción por el clima; y Ciudades y comunidades sostenibles.
Además, dicho catálogo incluyó un listado de librerías y distribuidores nacionales y un listado de referencias a páginas web de interés que permiten nutrir la actividad lectora, la promoción lectora, el oficio de mediar y el desafío del trabajo con poblaciones infanto-juveniles. Por otro lado, debemos destacar que nuestra selección por el libro tipo álbum, donde la imagen no está subordinada a las palabras, respondió a la interactividad lúdica que propicia, la competencia visual que requiere y el proceso interpretativo que potencia. En otras palabras, nos decantamos por este formato puesto que estimula la participación activa del lector implícito como creador de textos y mundos posibles. Todo libro álbum exige un cierto grado de coautoría (Arizpe, 2013, p. 6).
Respeto al recibimiento de la propuesta por parte de las comunidades de lectores, nos gustaría indicar que cada nueva activación de lectura supuso una sorpresa. Cada día era un reto y una montaña rusa de emociones, investigación y creatividad. Desde asombro hasta miedo, una las sensaciones más gratificantes fue experimentar como en cada mirada se fue despertando esa curiosidad por los libros y, sobre todo, observar cómo empezaron a considerarlos como parte de ellos, ya no tan lejanos o ajenos. Realmente, la gran acogida nos demostró que a la gente sí le gusta leer, identificarse y soñar con los libros. En lo que refiere a la comunidad de mediadores de lectura locales, en la evaluación de la experiencia, en la escala de Likert, el 64,3% de participantes manifestó sentirse “totalmente satisfechos/as” con las activaciones en los barrios mientras que el 35,7% dijo estar “muy satisfecho/a”. Por otro lado, un 76,9% de los participantes manifestó que los temas impartidos en la capacitación fueron de utilidad y un 84,6% expresó sentirse motivado a implementar lo aprendido. Entre los aspectos a mejorar mencionaron que hubiese sido preferible realizar la capacitación en más días con menor carga horaria, que la modalidad en otras condiciones sanitarias fuese completamente presencial y que se considere la posibilidad de aumentar el cupo de participantes.
Leer le permite al lector, en ocasiones, descifrar su propia existencia. La motivación de nuestro grupo comprometido a accionar y a construir comunidades expone a las redes colaborativas y la autonomía como una expresión de la capacidad de agencia social, que es un motor capaz de configurar destinos de lo común o “principios de organización y límites conformes a su deseo de libertad y a su voluntad de crear formas de vida social favorables a la afirmación de sí mismo y al reconocimiento del otro como sujeto” (Touraine, 1997, p. 90). Lo común del que quiere y reconoce el valor de lo cocreado, compartido y cocuidado. Lo común, que implica la reciprocidad ligada al ejercicio de responsabilidades compartidas.
En síntesis, el oficio de la mediación de lectura y la toma de los espacios públicos para ofrecer a las personas la idea de que entre todas esas obras hay seguramente alguna que sabrá decirle algo en particular y que le permitirá llegar a descubrimientos singulares. Por lo tanto, la convicción de que es preciso multiplicar las ocasiones de encuentro a través de los libros para dar una profundidad simbólica, imaginaria y legendaria a lo que nos rodea (Petit, 2018, p. 19). En este sentido, encontrar en cada contexto, textos que nos resuenen.
El trabajo en equipo, la paciencia, la paradoja de la gestión pública, las limitaciones de la autogestión, los desacuerdos, la generosidad vecinal y la furiosa alegría del reencuentro con los libros con la misma ingenuidad e ilusión de los primeros años marcaron la ejecución de este proyecto, que contó con aproximadamente 800 beneficiarios presenciales. Los esfuerzos institucionales y comunitarios se centraron en el seguimiento y la evaluación desde abordajes cuantitativos y cualitativos para su continuidad.
A pesar de que el proyecto y, por ende, el financiamiento de Iberbibliotecas concluyó en diciembre de 2021 con la entrega de informes, certificados, kits de material promocional del MACCO-EP y un banco de libros personales para cada mediador/a, también pudimos dejar a disposición por tiempo indefinido a cada mediador/a y sus barrios un banco de más de 60 libros y materiales didácticos de alta rotación con la intención de que las activaciones se sostengan en sus territorios voluntaria e itinerantemente. De esta manera, los/as participantes del proyecto se han comprometido a continuar y el MACCO -EP a seguir intercambiando espacios, talento humano y sus recursos no económicos disponibles para una posible continuidad.
Finalmente, los meses de aprendizaje y experiencias diversas en la ejecución de este proyecto nos presentaron a la literatura, los libros y la educación no formal como alternativas válidas para dar sentido, transformar y dignificar la vida desde los imaginarios colectivos, las construcciones estéticas y éticas, el bagaje previo, las memorias, la sensibilidad y los propios territorios. De la misma manera, la reflexión nos invita a apelar por inscribir ciertas iniciativas en procesos más amplios de restitución de derechos culturales desde una conciencia política expandida.
Referencias
Arizpe, E. (2013). Imágenes que invitan a pensar: el “libro álbum sin palabras” y la respuesta lectora. En Revista Reflexiones Marginales #18. México DF: UNAM.
Cessa, R. (2026). Leer el mundo. México DF: Mexicana.
Moraña, M. (2012). El lenguaje de las emociones: afecto y cultura en América Latina. Madrid: Iberoamericana Editorial Vervuert.
Petit, M. (2001). Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México DF: Fondo de Cultura Económica.
Petit, M. (2001). Transfigurar el horror en belleza. México DF: Secretaría de Cultura de México.
Scholem, G. (2021). Las grandes corrientes de la mística judía. Madrid: Siruela.
Touraine, A. (1997). ¿Podremos vivir juntos? Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Gina Gabriela López Realpe, ecuatoriana nacida en Quito, lleva 8 años transmitiendo sus pasiones, compartiendo sus curiosidades y multiplicando ocasiones de encuentros entre libros y lectores en distintas iniciativas tales como Picnic de Palabras Ecuador, Yo Amo Leer y Leer con Migrantes en la Mitad del Mundo, principalmente, en espacios no convencionales a través de libros de literatura infantil y juvenil. Es Magisterio en Estudios de la Cultura (UASB), Especialista Superior en Museos y Patrimonio Histórico (UASB) y Licenciada en Comunicación (PUCE). Actualmente, es la Jefa de Comunicación, Contenidos y Proyectos del Museo Arqueológico y Centro Cultural de Orellana (MACCO). Tiene experiencia en educación no formal, docencia de Lengua y Literatura, periodismo, edición y corrección de textos, gestión estratégica institucional, gestión cultural e investigación tanto en proyectos independientes y privados como en instituciones públicas vinculadas en la Educación los Derechos Humanos y la Cultura.